viernes, 10 de marzo de 2006
DIAS QUE NO VOLVERÁN
Aún recuerdo este día, como si fuese hoy. La noche anterior no pude dormir por la emoción que me embargaba. No veía el instante en que la luz del día aflorara, y yo pudiese levantarme para irme a bañar. Desde mi cama, podía ver la sombra que hacia el vestido que colgaba impecable, y que pronto, en unas pocas horas tal vez, yo luciría. Por esos días, la moda era hacer la Primera Comunión vestida de monja, o con el conocido habito que usaba Santa Teresita del Niño Jesús. Mi madre, decidió que yo sería una pequeña monjita: "Sor Ame" jejeje, que nada de Sor tenía yo.
Las horas parecían no querer avanzar. Yo me sentía ya fastidiada en la cama, así que sin saber la hora, me levanté y aún en la oscura madrugada, me fui a bañar. Que fría estaba esa agua que mojaba mi cuerpo, aunque cabe decir, que en mi pueblo, pese a ser de clima, no caliente, sino requetecaliente, donde se pone un huevo en la mitad de la calle y se cocina solito, por el calor, el agua es fría, aún hoy, que el calor se ha acentuado aún más.
Cuando salía de mi refrescante baño, escuché la voz de mi papá.
- ¿Mona (así me llamaba él), por qué te estás bañando a estas horas?- Porque no tengo sueño, y ya casi es hora de levantarme - le respondí.
- Mija, ¿sabes la hora que es? - preguntó mi papá
- No Palucho (por aquello de papá y Luís, o Lucho, como lo llamábamos mis hermanos y yo)
- Son apenas las 3:00 de la madrugada.
-¿QUUEEEE??? - dije yo en voz alta sorprendida - Ayyy Dio!!! yo pensaba que eran ya como las 5.
-Bueno, sigue durmiendo, ya te bañaste - me aconsejó mi papá.
- ¿Dormir? que va... no lo pude hacer. Mi cuerpo fresquito bajo las sábanas ya no quería otra cosa, sino ponerse ese vestido de monja, jejejeje, hoy veo esa foto, y aún no puedo creer que yo aceptara ponérmelo. Esa mama mía si que era un caso. Cuando se le metía algo en la mente, no había nadie que se la quitara. Quiso que yo me vistiera de monja para mi Primera Comunión, y lo consiguió facilito conmigo, que no aceptaba por nada del mundo, ponerse un vestidito corto y sin mangas, así le regalaran el mundo. Siempre fui como rarita para vestirme eh...
En mi cama, imaginaba como sería la entrada al la iglesia, la música que estaría sonando; la larga fila de compañeros conmigo dirigiéndonos a las bancas, en completo orden y con el corazón henchido... y bueno... hasta coquetos y orgullosos por ese día que para nosotros era glorioso. Hasta alcanzaba a imaginar el olor característico de los hábitos de las monjas en el mío, y vaya que eso si me causaba emoción, tanto, tanto, que hasta me imaginaba convertida en toda "una Sor" en el futuro (idea que perduró por un buen tiempo, llegando hasta los oídos de las Sores que me dictaban clases. Pero vaya que eso quedó ahí nada más: en mi mente). Sentía a mi hermana Patry durmiendo en la cama de al lado, sin percatarse de todo eso que bullía en mi mente. Es que ni siquiera escuchaba los latidos de mi corazón.
La luz del anhelado amanecer hizo su anuncio por la ventana. Tocó allí como para avisarme que ya muy pronto podría levantarme.
- Son las 6:00 ya Meli - escuché la voz susurrante de mami cuando se acercó a mi cama, tan linda, a levantarme. Ella tampoco se había dado cuenta de mi madrugón y de que ya me había dado una ducha. Con el cariño que nos trataba, se acercó a mi cama, creyéndome dormida, y cual fue su sorpresa, cuando yo le pregunté:
- Mami, ¿ya es hora de levantarme?
- Si mija, levántate ya. Buenos días.
Esas palabras que me supieron a gloria, fueron como un imán que me levantaron rauda de la cama, para correr a ponerme aquel vestido que durante toda la noche colgó de un gancho, frente a mi cama.
-Mmmmm - como olía de rico mi vestido.
Como un rito, comencé poniéndome mi ropa interior nueva, blanca, pura, tal como yo me sentía en esos instantes. Qué inocencia irradiaba mi vida y qué hermosa me sentía por dentro. ¿Por qué no podemos continuar la vida así? Con la inocencia de un niño, que no ve sino lo que es agradable a sus ojos, y me atrevo a decir, a los ojos de su corazón?
Qué linda me veía frente al espejo ya completamente vestida. Mami, también estaba hermosa, y Patry, mi hermana, quien me miraba como si en realidad fuera una monja, igualmente estaba linda, ataviada con un vestidito blanco, que mi madre le había hecho, para la ocasión. Afuera, me esperaban mis otros 8 hermanos, para ver a su hermanita que recibiría su primera comunión. Allí estaba yo lista para partir al colegio, donde me esperaban mis otros compañeros, con el alma plena de dicha, imaginando como mi vida sería depurada con ese encuentro con Dios, con Jesús, y no quería por nada del mundo, que nada empañara la felicidad que me embargaba.
Vaya cantidad de gente que se asomaba al verme pasar.
- Mami, mami, ven a ver a la hija del Señor Lucho disfrazada de monja - escuché a Lucerito la hija de una de las vecinas, decir a su madre.
– ¿Yo disfrazada de monja? Ay Dios, Noooo... no estoy disfrazada, este es mi vestido de Primera Comunión - quería gritar a todos los que no comprendían, por aquello de ser moda venida de la ciudad, y como Fundación era un pueblo, aún no sabían de dicha moda, la cual sólo duró ese año, pues no tuvo muy buena acogida. La gente prefería los vestidos amplios, que hacían parecer a las niñas que recibían su primera comunión, como unas novias. La verdad es que se ven lindas, aún hoy en día, con esos vestidos repolludos, blancos y con su toca en la cabeza y su hermoso velo, que cuelga sobre sus hombros.
Y como lo había imaginado, todo transcurrió tal y como lo había visto en mi desvelada y deliciosa espera nocturna. La caminata hacia la iglesia, en medio de toda la gente que se hacía a lado y lado para vernos y decirnos lo lindos y lindas que estábamos; y otros que también se acercaban a observarnos, me atrevo a decir: para murmurar acerca de quien iba mejor ataviada; acerca de qué vestido era más costoso; o de la pobrecita cuyo vestido estaba todo escurrido, y no había tenido para comprar un pollerín que se lo levantara para que se le viera como un repollo... todo paradito y lindo.
Cosas típicas de un pueblo cierto? El que halaga de verdad, el que es chismoso, el que va a apreciar al que pasa, o el que sólo se acerca a criticar. El caso es que yo en ese instante, no me percataba de eso. Hoy es que he caído en la cuenta de todo ello, hoy, que ya perdí esa inocencia de niña, que ya veo más allá de lo que veía en mi niñez, y que complica innecesariamente mi vida, puedo recordar todo aquello que no era agradable. Pues con mi vestidito de monja, y mi hostia sagrada acariciando mi paladar y mi lengua, y con toda esa música de ángeles a mi alrededor, y el olor de las velas encendidas, unido a toda esa felicidad que me embargaba, y ante el delicioso y suculento desayuno que las monjas de mi colegio nos ofrecieron en una mesa hermosamente decorada, no permitieron que nada empañara mi día... cuando fui MONJA POR UN DÍA, para poder recibir a Jesús.
Amy 19 de marzo de 2006
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