Somos sólo puntos indelebles en medio de las entelequias que pueblan el pavimento azul,
Perdidos y vagando en horizontes que no predicen el pasado que trascenderá en las enciclopedias digitales, ni inmortalizan futuros que en caravana peregrinan, escudriñando el cauce prohibido de lo que será y ahora es.
Esta madrugada levanté mis brazos y besé los besos nunca dados… abracé la suave brisa y respiré el concreto que exhalaba la calle solitaria, en la ciudad aún dormida….
Sueños de cartón y de icopor…
Álgidos sueños que acaloran la piel que se revuelca en las depuradas y celestinas sábanas de una cama que es de otra.
Las voces del alba auguran ganancias para obtener el pan que ayer no fue comido…
¡Ay!... ¡Si existiera mi árbol de monedas, que en mis sueños sacia hambres eternas!
En una esquina... somnolienta aún, se acicala su vestido de un metro, la que en su existencia gris, ayer soñó con el príncipe azul…
Bajo los diarios del aciago ayer, duermen bajo el sopor del pegante y del crack que es su alimento, las inocentes almas que se corrompen en la implacable jungla de concreto, que como un caníbal devora los sueños que aún no se cumplieron.
En algún hogar, la luz de una lámpara en vigilia - en la estéril espera - se confunde ahora con los primeros albores de la madrugada.
Despiertan las calderas estruendosas de las fábricas y se estiran los cuerpos adoloridos, sin tiempo para reponerse de las tensiones del trabajo de ayer.
¿Cuántos puntos en medio de los sueños que ya nadie quiere soñar?
Sólo entelequias que se esfuman con el humo que de las calderas se eleva… sin hacer ruido…
Años que ya no son siglos, sino pestañeos que vienen y pasan y vuelven a venir…
Noches que ya se confunden con el alba que anuncian la mañana efímera de un mediodía volátil, que se abraza al ocaso, pronto consumido en la negrura de la noche, en la ciudad que una vez más vuelve a expirar y ser cómplice de lo que nadie ve.
AMY/ NOVIEMBRE 11 DE 2008